Pablo Gordillo

Buenos Aires, Argentina

El amor expulsa el temor.

Mi primer recuerdo me lleva a caminar por calles de tierra y veredas rotas por el tiempo. Con mis dos hermanas mayores corríamos esquivando huecos para no rasparnos las rodillas camino a la playa de Caleta Olivia, Provincia de Santa Cruz, Argentina. Un día encontramos un pingüino y lo perseguimos hasta que asustado se escapó por debajo de una ola. Si cierro los ojos puedo sentir la espuma del mar rozándome las mejillas.

Mi madre es una mujer dulce, de manos suaves y que ama profundamente a Dios. Mi padre un hombre criado de manera austera, con poco cariño y un alto valor de la amistad. Con el tiempo el alcohol desgasto un poco el vínculo entre mis papás, y con eso mi visión del Amor y de mi padre. Esto produjo heridas profundas que con el tiempo fui olvidando. Luego nos mudamos a Cañadón Seco, Provincia de Santa Cruz, Argentina; lugar al que un día volveré y seguramente ya no será como lo recuerdo. Cuando tenía ocho años mi padre acostumbraba no volver a casa, consecuencia de su alcoholismo. Es por eso que mi hermana Mariana, cuando me escuchaba llorar, me permitía dormir junto a ella. Su amor expulsaba lejos mi temor y podía dormir.

El fútbol, mis amigos y noviazgos cortos fueron las opciones por las que opte para llenar el vacío que tenía en mi interior. Después continué con el alcohol, el tabaco  y las drogas prohibidas. Con el tiempo arruiné todo lo bueno que podía tener mi vida. En mi tercer año de universidad me encontraba solo en mi habitación luego de varios días sin dormir debido a los ataques de pánico que sufría a menudo. Estaba seguro que no podía continuar de esta manera, intentaba dejar las drogas pero no podía.

La noche del 27 de marzo del 2004,  con el insomnio que me asaltaba cada noche cerré los ojos y pronuncie una frase que nunca pensé que iba a traerme hasta acá: “Señor Jesús si realmente existís salvame, sacame de esto porque voy a morir.” Esa noche no sucedió nada trascendental, solo cerré los ojos y pude dormir. Con el paso de los días, las semanas y los meses aprendí que esa oración de desesperación podría transformarse en una manera de vivir. Aprendí que el significado y propósito de la vida se encuentra en tener una relación personal con Jesús, en poder vivir cada día amando a las demás personas como a mí mismo. Poniendo en primer lugar el AMOR, sabiendo que el Amor de Jesús salvó mí alma, por su muerte mis pecados fueron perdonados y podre vivír una eternidad junto a Él.

En la actualidad todo cambio notablemente, gracias a Dios, mi padre ya superó su problema con el alcohol y ahora se dedica a amar a mi madre, a amar sus nietos, a cantar y a practicar los deportes que siempre practicó. Mi madre vive feliz enseñándonos a mis hermanas y a mí como se forma y se sostiene una familia en el tiempo, mientras caminamos conociendo a Dios. Con respecto a mí, puedo contar que desde el 21 de Marzo del 2009 estoy casado con Etelvina Roth, tenemos tres hijos hermosos Martina (11 años), Luca (8 años) y Mila (4 años); trabajo como voluntario en Cru Argentina, vivímos en Buenos Aires y estamos ayudando a muchas personas a conocer personalmente a Jesús en y a través del deporte comprendiendo que el temor, que las experiencias pasadas han formado en nuestra vida pueden ser superados con AMOR, porque: “el amor expulsa el temor”.  

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