Un pasado que Él sobrepasó
La juventud, esa palabra nos hace soñar. “Carpe Diem”, “Solo vives una vez: YOLO” y un montón de expresiones han sido inspiradas por esa frase de la vida que quisiéramos guardar celosamente por siempre… ¡Ah la juventud!
La mía fue de aquellas que, aparentemente, era deslumbrante. Maravillosos padres, por supuesto que con errores, pero atentos y, sobre todo que se amaban. Dos hermanos adorables y divertidos, unos verdaderos amores, una hermandad ligada por un amor inmenso; estudios que iban de maravilla; muchos amigos; una vida en el borde del mar, rodeada de naturaleza y animales en un campo inmenso y la popularidad… ¿Qué más quieres? Dirías tú.
Y sin embargo, la historia que voy a contarte es de un corazón roto, un alma perdida, una vida contaminada, verdaderos harapos que un día fueron recogidos por un artista Divino que hizo con ellos un vestido blanco, reluciente, una prenda presentable.
Quemada bajo los fuegos de los proyectores
Dios me dio un don: mi voz. A los 13 años, seguido a mi participación en una emisión de reallity show muy conocida en Madagascar, fui colocada bajo las luces de los proyectores. De concierto en concierto, de clip en clip, crecí en el mundo del espectáculo desde muy joven y eso me condujo a crecer más rápido que la música. En efecto, no frecuentaba sino a personas más grandes que yo y me involucré rápidamente en las prácticas de ese mundo. Me creí feliz, amaba esa fama, amaba mi propia gloria. Y sin embargo, en las tardes me daban ganas de llorar sola en mi cuarto… pensaba que era normal derivado de la crisis de la adolescencia.
Durante algunos años, brillaba igualmente en la Licenciatura por mis notas ejemplares a pesar de mi vida paralela de estrella; entonces pedí a Dios una beca para estudiar en el extranjero. Lo que ignoraba era que Dios había puesto ese deseo en mi corazón.
Si, era creyente, mis padres habían tratado de inculcarme los valores cristianos a los cuales me apegaba y sabía que Dios estaba conmigo. Pero no había comprendido aún la obra de Cristo en la Cruz y la idea de pecado era vaga para mí hasta el día en que…
Entre el odio y la amargura
Dios respondió a mi oración y llegué a Francia usando la beca para iniciar mis estudios superiores. Pasé de estrella nacional a célebre desconocida y toda la atención que recibía (de mis padres, mis amigos, mi familia y mis fans) se había, por así decirlo, desvanecido. En efecto, a 10 000 Km de distancia de mi país, no tenía nada; Me había acostumbrado demasiado a esa vida, que elegí inventar una historia más interesante ante mis amigos y conocidos para llamar su atención y ser el punto central de la conversación. Es así que, poco a poco, fui cayendo en la mitomanía y yo misma creía mis mentiras; amaba mantener ese círculo vicioso y yo me encontraba feliz con mi vida imaginaria lo que duró más de dos años.
Un día Dios puso en mi camino una persona muy especial porque Él había puesto en el corazón de este último la verdad de mi vida, a tal punto que cada vez que mentía en algo, él lo sabía. Dios puso indicios para que esta persona descubriera la vida que me estaba inventando. Entonces, un día le conté desde el inicio y admití que tenía un problema que me hacía sufrir y que debía ser liberada de las mentiras.
La sanidad comienza cuando se admite la enfermedad
En el mismo periodo, inicios del 2011, dos cristianas (que por cierto tenían el mismo nombre) quisieron orar por mí. En esa época, tenía muchas pesadillas en las cuales luchaba y sucedió que amanecía con moretones. La persona especial me condujo con ellas y juntos oramos para que Dios me liberara. Mientras las hermanas oraban por mí, sentía las ataduras romperse y me encontré llorando. Por primera vez estaba consciente del peso de mi pecado y de mi sufrimiento intenso, ese fue el inicio de una lucha intensa contra mí misma y la obra de satanás.
Pero en Julio del 2011, la persona especial que era mi confidente en mi lucha partió por dos meses a Madagascar y me encontré sola afrontando mis preocupaciones y a mí misma. Por otra parte, perdí el concurso para entrar a la escuela que quería y me encontré con la opción de formar parte de una escuela en Havre, Normandía. No conocía a nadie y tenía una imagen de esa ciudad que me quitaba las ganas de ir. No obstante, Dios me quería ahí. Estaba muy enojada con Él y por eso no le buscaba jamás. Había caído muy bajo y en una situación tal que la única solución que tenía era retornar a Jesús. Tenía necesidad de Él, de su mano poderosa no para que cambiara las circunstancias, sino para que cambiara mi corazón.
Felicidad y serenidad: el encuentro eterno
Agosto del 2011. Negro. Oscuridad. Túnel.
Buscaba tanto a Dios que iba a tres cultos todos los días en diferentes iglesias, incluso en la semana. Tenía sed y no soportaba más, necesitaba ser cambiada radicalmente.
A pesar de todo, no fue en una iglesia que encontré a Jesús. Él vino a mí la noche del 6 al 7 de agosto del 2011 en mi cuarto. Fue una tarde como las otras y habíamos grabado el clip de un grupo de Góspel al que pertenecía hace poco. Dios manifestó su gloria deteniendo la lluvia en buen momento y un amigo me llevó a un grupo de oración con otros jóvenes. En esa célula fuimos invitados a predicar sobre algún tema y yo lo hice de la humildad. En esa célula, mientras comíamos, una joven elevó su voz y se dirigió a mí delante de todos. Yo te detestaba, te detestaba en el pasado y cuando veía tu clip, cambiaba de canal; no soportaba tu risa ni verte en la televisión. Mientras te veía cruzar esa puerta dije al Señor: ¿Por qué la has traído aquí?… Sin embargo, fui tocada por lo que compartiste y te pido perdón a ti y al Señor. Esa joven tal vez hoy no lo sabe (a menos M… si tu lees este testimonio) pero el Señor usó ese momento para atraerme a Él. Yo me escuchaba a través de ella, sí, yo me aborrecía igualmente, fue por eso que me escondía detrás de las apariencias y de las mentiras. Pero, a pesar de eso, conocía a ALGUIEN que me amaba con un amor profundo.
Entrando a casa, las lágrimas no cesaban, y una vez en mi alcoba, me postré ante el Rey de reyes. Fui cambiada por su amor que no merecía pero que él quería darme. Había comprendido al fin lo que Jesús había hecho por mí en la cruz, que murió por mis pecados y que me tendía la mano esperando que la tomara. Un sentimiento indescriptible me invadió y me arrepentí de todos mis pecados y poco a poco el Espíritu Santo me llenó, por lo que pude hablar en lenguas. Una paz indescriptible inundó mi corazón y esa tarde acepté a Jesús como mi Señor y Salvador: esa fue el reencuentro, me había salvado. Jamás me había sentido tan feliz como en ese momento. En fin, una felicidad real, yo podía por fin amar, podía amarme, podía amarle; era para mí el inicio de la libertad y de la vida.
La gran sumergida, el gran salto, el gran “sí”, en breve, grandes cosas con Jesús.
Tiempo después, tuve un sueño en el cual era sumergida en agua y que salía purificada y fui a la biblia en busca de lo que eso significaba. Dios me había convencido de bautizarme como lo hizo Jesús en la palabra y yo obedecí. Concientizada por el Espíritu Santo de regularizarme con Dios, me casé con aquella persona especial (también cambiada por Dios algunos meses atrás) que amé (y que amo) profundamente y, actualmente, somos padres de un bebés muy especiales.
Perseverando en la fe
Tengo mucho que decir acerca de lo que Dios ha hecho en mi vida y lo que continua haciendo cada día, pero lo esencial ya se ha dicho: Jesús, en su amor inmenso sufrió en la cruz para que yo pueda regocijarme en Él y ser libre de hacer el bien desde hoy y por la eternidad. Actualmente continuo creciendo y estoy lejos de ser perfecta, pero como dice Pablo “No que lo haya alcanzado ya, ni que sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”
Sí, estoy en la carrera y tengo la vida eterna. Encontré la felicidad, es por eso que quise compartírtela.
Esa es mi historia. Jesús todavía tiene otra bella historia a escribir: la tuya.
Sólo déjalo entrar en tu corazón.