El país prometido
Nací en Egipto en una familia Copta (Religión cristiana ortodoxa practicada principalmente en Egipto y en Etiopía), Crecí en Argelia y vivo en Francia desde hace 30 años. He aquí mi historia que publiqué hace poco en un libro: “El país prometido”. Conviví con dos culturas distintas, cristiana y musulmana como hablantes del árabe, dos identidades que se conocía y se respetaban.
Encuentro con Dios
Después de la guerra de Argelia, mi padre decidió abandonar Egipto por razones económicas y de discriminación. Nos encontramos rodeados de musulmanes que ignoraban la existencia de hablantes de árabe cristianos, esto antes de la guerra de Líbano.
Por el miedo de convertirnos al musulmán, mis padres contactaron una misión Bautista de África del Norte donde escuché hablar de un Dios personal por primera vez en mi vida.
Prohibición de decir que éramos cristianos
Antes de salir de Egipto mis padres tuvieron el cuidado de prohibirnos a mis hermanos y a mí de nunca decir que éramos cristianos bajo pena de ser cazados del país receptor. Crecimos, por tanto, con miedo de perjudicar a la familia, por nuestro actuar.
“La próxima vez Señor”
De los 12 a 14 años de edad, respondía a mis compañeros de clase que no era cristiana. De regreso a casa, para tranquilizar mí conciencia, abría mi biblia para leer algunos versículos. Un día leí Mateo 10:32-33 << A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi padre que está en los cielos. >> Cada vez, cerraba mi biblia y le decía a Dios “La próxima vez, la próxima vez”.
No quería llorar amargamente como Pedro, por lo que respondí “Si”
A mis 17 años, había comprendido mejor la Biblia, la fe y mi relación con Dios. Y tuve que afrontar una tercera vez esa pregunta. Me sentía como Pedro a quién Jesucristo le dio la oportunidad de reconocerlo tres veces y a la tercera, Pedro lloró. No quería llorar amargamente por lo que respondí “si”. Era un sí a Dios, en Jesucristo, a fin que reinara en mi corazón y sí a todos los que me rodeaban porque no tenía pena de ser cristiana.
Le dejo por lo tanto leer la continuación en el libro
Por otra parte, me gustaría decir a aquellos que tienen fe en Jesucristo: “si han recibido una promesa para su vida que no se ha realizado todavía, Dios es fiel, Él va a hacerlo ciertamente como lo hizo por mí porque es bueno. Él va a probar la perseverancia en la fe hasta el cumplimiento”
Puede contactarme, le responderé con gusto.
Afaf