La violación y sus consecuencias
Buenos días a todos, soy Sarah Koyaotto y les contaré mi historia.
Soy el fruto de una relación adúltera. Mi papá estaba ya casado en secreto cuando se unió a mi mamá. Después de mi nacimiento y un drama familiar, él nos abandonó. Yo criaba entonces sola con mi mamá y sus cinco niños nacidos de una primera unión.
Sólo tenía a mi hermano mayor y a mis tíos como figura paternal. A pesar de su ausencia, tuve una buena infancia con un gran agujero negro en el cuadro porque desde los cuatro hasta los 13 años fui víctima de violación! Mi mamá estaba sola, multiplicaba diversos trabajos para ofrecernos lo mejor. Muchas veces, me enviaba de vacaciones a casa de su prima que vivía en el sur de Francia, al campo con muchos animales, un huerto y una piscina – había todo lo que no tenía en las afueras parisinas. Me encantaba pasar mis vacaciones allí, porque recibía toda la afección de su familia, un entorno idílico y un tío con el que podía jugar y aprender a hacer el bricolaje y a jardinear. Soñaba con hacer esas cosas con mi papá.
Las violaciones comenzaron de manera sútil, jugando. No comprendía el sentido, pero me tranquilizaba, a través de estos actos, lo que creyó en mí una ilusión mental criando.
Más que criaba, más los actos se agravaban y a través de las prevenciones escolares y mediáticas me di cuenta de que era víctima de pedofilia. Era como una esclava de mi padre, porque era un hombre de gran influencia en mi familia y este tema era un tabú. Todo esto me costó mucho hasta mi vida como joven, porque el peso del silencio frente a estos actos y sus consecuencias era demasiado pesado para mí. Estaba frustrada, introvertida, triste, violenta, rebelde… Buscaba refugio como muy joven en el alcohol, el cannabis y el cigarro.
Algún día en mi adolescencia, me levanté para denunciar a mi papá, pero las consecuencias eran fulminantes, porque a pesar de una victoria judiciaria, mi mamá falleció cuatro años después a causa de un cáncer. Eso fue mi caída al infierno: ruptura familiar, ensayos de suicido, estancia en la psiquiatría; no tenía ningunas fuerzas más.
Como he sido criada en la fe cristiana, me recordaba muchas veces de testimonios sobre Jesús y su poder para operar en las vidas de los seres humanos. Además, me venían a la mente algunas predicaciones que había escuchado en la iglesia. Esperaba un milagro de Jesús, pero era muy difícil para mí creer en ella. Tener una relación con Jesús y darle mi corazón me costaba mucho, pues no sabía lo que era el amor de un padre y estaba habituada en el sufrimiento.
Continuaba entonces mi camino intentando de ocultar mis traumas, pero desafortunadamente, las consecuencias eran constantes en mi forma de vivir y de actuar. Por lo tanto, un día, me encontré paralizada de dolores musculares. Me diagnosticaron una fibromialgia: una enfermedad psicosomática como resultado de « heridas del alma », que no se podía sanar médicamente. Comencé a comprender que solamente Dios en forma de su hijo Jesús podía sanar los corazones quebrantados y liberar los cautivos… Me arrodillé ante los pies de Jesús para orar de todo mi corazón creyendo y suspirando.
Él trastornó y transformó mi vida en menos que dos años. A través de la creencia en su Palabra, podía experimentar su poder y su impacto en todas las áreas de mi vida. Gracias a su presencia y su amor. Jesús reescribió mi historia y él me ayudó a perdonar y a amarme a mi misma. Acepté confiar en él y finalmente dejarle ser mi padre.
Hoy en día, estoy sanada, alegre y llena de paz. Vivo mis sueños y estoy libre de mi pasado caótico..
Tú que escuchas este mensaje, sé que todavía es posible, pues tener fe es bueno, pero experimentarla es mejor! Sé que Jesucristo sigue actuando!!
Sarah