Ahora siento que tengo valor
Estos días atrás me venían a la mente pensamientos de mi pasado que yo ya tenía olvidados, pensamientos desagradables de cosas que me hicieron daño cuando yo era niña y joven. Se repetían una y otra vez, y me puse a orar porque me inquietaban, y le pedí al Dios que me dijera qué hacer con esos recuerdos que había en mi cabeza, y bueno, aquí voy a escribirlos para que quien pueda leerlos pueda también ver el amor de Dios y ver cómo Él me levanto de la más miseria emocional.
“Nací sin un padre. Mi madre fue madre soltera hasta que yo tuve 5 años y se reconcilió con mi padre y se casaron. Ahí yo conocí a mi padre y pasamos a ser 3 en la familia.
Mi padre era un padre muy amoroso, hablador, chistoso, cariñoso. Cada preocupación, miedo, duda de la vida, lo que fuera, él siempre estaba ahí para consolarme, ayudarme. Mi madre fue una madre ausente emocionalmente, siempre ha sufrido depresión crónica y nunca fue comunicativa ni afectiva conmigo.
No recuerdo cuándo ni cómo comenzó todo, pero mi padre, los sábados, siempre iba al bar y bebía, y llegaba a casa pasado de cervezas. Mientras mi madre hacía la siesta los sábados, mi padre me ofrecía dinero a cambio de que yo tocara sus partes íntimas, entre otros abusos. Yo accedía porque así podía comprarme golosinas, y cuando ya era más mayor pues revistas de juventud, entre otras cositas. Muchas veces yo no quería pero él me obligaba y me decía que no se lo podía decir a nadie, y menos a mi madre, ni a mis abuelos, porque dejarían de quererme. Así que crecí con eso en mi vida. Un padre que de domingo a viernes era el mejor ser que había en la tierra pero los sábados se transformaba y llegaba a odiarle.
Cuando cumplí los 14 años conocí a un chico que tenía 16 y nos hicimos novios. A mi padre no le gustaba que fuera con él pero yo igual lo veía a escondidas. Un día, este chico, intentó tener relaciones sexuales conmigo y yo me negué, él me preguntaba por qué no quería, que si le amaba tenía que hacerlo. Y un día, tras tanta insistencia, le conté lo que mi padre me hacía y me acompañó a comisaria a denunciar.
Este chico fue luego el que abusó de mí, y me hacía chantaje emocional, para tener relaciones íntimas conmigo. Los sábados él salía por la noche y consumía drogas. Cuando venía a verme el domingo él estaba con el 'bajón' de las drogas, y rompía la relación conmigo, no recuerdo que excusas ponía pero a mí me dejaba hecha polvo llorando desconsolada. El lunes venía y volvía a ser dulce y agradable y recuerdo que yo tenía relaciones íntimas con él llorando, porque yo no quería hacerlo pero quería que él me amara, y lo hacía por él, para que no me abandonara nunca más. Solo que cada semana se repetía la misma historia.
A los 11 meses de relación todo terminó. No recuerdo cómo fue la ruptura, la verdad. Pero desde ahí empezó una Hannah con muchísima sed de sentirse amada, aceptada. Y fui conociendo chicos, y a todos me entregaba sexualmente, para sentirme amada y que no me abandonaran. Pero todos me terminaban por abandonar. No conseguía mantener una relación de más de un mes y medio. Y no sabía vivir sola, siempre necesitaba a un hombre en mi vida. Mis amigas no sabían que yo intimaba con cada uno de ellos, sentía vergüenza de mi misma, de tener que usar mi cuerpo para querer mantener a los hombres en mi vida.
Cuando cumplí 23 años, frustada de lo desastrosa que era mi vida con los hombres, creí encontrar la solución a lo que me pasaba, el diablo me hizo creer que yo era lesbiana, y que ese era el problema. Comencé una relación con una mujer, una mujer buena, que estaba muy enamorada de mí, era mi amiga, mi compañera, pero había un problema, no me atraía sexualmente. Y eso fue un calvario para ella, y para mí. Porque dejé la relación varias veces por esa lucha interior, llamaba a algún amigo, tenía sexo con él y luego volvía con ella. Sabía que me atraían los chicos pero ella era capaz de quedarse a mi lado sin tener sexo, porque me amaba de verdad. Tras 13 meses terminé la relación para no hacerle más daño. Seguimos siendo muy buenas amigas durante un tiempo hasta que ella empezó otra relación. Y ya nos distanciamos.
En el tiempo que eramos amigas, tras terminar la relación, un amigo mío, me propuso empezar una relación. Todo fue extraño, porque nunca lo había visto con ojos de mujer, sino de amiga, pero accedí, y con nuestras diferencias, encontré la estabilidad emocional que necesitaba, en muchos ámbitos. Realmente era feliz, muy feliz. Respiraba paz en mi inteior. No concebiamos vivir separados, todo juntos y para siempre, y de una forma muy sana, porque eramos amigos ante todo.
Un día, tras casi 3 años de relación con este chico, de tener estabilidad y paz inteior, Dios vino a inquietar mi vida. Y un compañero de trabajo, cristiano, casado, me habló de Dios. Yo le hacía muchas preguntas, tenía muchas inquietudes. Él tocaba en un grupo de música cristiano y me invitó a un concierto que se celebraría en 3 meses. Y en esos meses seguiamos hablando de cosas de Dios. Yo me iba a casa y me abordaban las dudas. Siempre creí en Dios, pero también creía que veníamos del mono.
Llegó el día del concierto, 7 de mayo del 2010. Mi novio me acompañó pero, al ver que era en una iglesia, no quiso entrar. Era la primera vez que yo entraba en una iglesia que no fuera católica para algo que no fuera un bautizo, comunión o boda. Y me sentí en casa. Sentí la presencia de Dios abrazándome y diciéndome 'bienvenida, te estaba esperando'. Y a partir de ahí fui consciente de que el Espiritu Santo empezó a hablarme. Empecé a congregarme. Mi novio me llevaba pero no entraba. Y empezaron los problemas, porque yo empecé a ver personas fuera de nuestra relación, que él no conocía ni quería conocer. Él me dejaba ir pero empezaban los reproches, las discusiones… Yo evitaba, en la medida de lo posible, el tener sexo con mi novio. Él notó que yo había cambiado. Le pedí de casarnos y él no quiso. No veía le necesidad si así estabamos bien, viviamos juntos desde la primera semana de relación, y ya había un compromiso entre nosotros. Yo le dije a Dios, que amaba a ese hombre que me había dado lo que nunca antes ningún hombre me había dado. Y que no quería dejarle. Que si era de Él esa relación, el chico accediera a casarse conmigo, y que si no lo era que lo apartara de mi vida, aunque me doliera, porque yo quería agradarle a Dios y estar en su perfecta voluntad.
Paso el tiempo, y recuerdo aquel sábado cuando nos fuimos a dormir y me dió un beso de buenas noches. Cuando a la mañana siguiente se levantó, yo escuchaba música cristiana, y él dijo: 'hasta aquí hemos llegado'. Preparó sus maletas y se fue de casa sin decir nada más que: 'en una semana te hablo, no quiero decir nada que luego pueda arrepentirme, pero tú no eres la mujer de la que yo me enamoré'. Ese día terminó nuestro relación, 5 de septiembre del 2010. Estuve en shock por 3 días. Y aunque lloré muchísimo la ruptura y lo amaba mucho, ahí terminamos como novios. Nos seguiamos viendo, seguiamos siendo amigos, nos queríamos mucho, venía a casa, veíamos una peli con palomitas y luego se iba. Nunca más volvimos a tener sexo. La paz de Dios me invadió y sentí liberación. Poco a poco nos fuimos viendo menos, yo seguía congregándome y cada día me enamoraba más de Jesús.
Hice sanidad interior, que me ayudó muchísimo, contar mi historia y poder reconocer responsables, a perdonar a quién me hizo daño directamente (mi padre, los chicos), a los que lo hicieron indirectamente (mi madre), a perdonarme a mí misma. A pedir perdón a quién hice daño. Entre muchas otras cosas.
Cuando llegó la festividad de los enamorados en febrero, me fui de retiro yo sola, con Dios. Me compré una rosa eterna de esas que nunca se marchitan, y pasé el fin de semana asolas con Dios, leyendo su Palabra, meditando, y Él me habló mucho y trajo muchas respuestas a mi vida. Me sanó poco a poco de todo lo que me había pasado. Esa rosa eterna sigue aquí conmigo, como símbolo del amor eterno que Dios tiene por mí.
Cuando aprendí a vivir asolas con Dios, sin depender del amor que me pudiera dar ningún hombre, quiso Dios que en mi grupo de jóvenes estuviera el que ahora es mi marido, fuimos amigos, novios, marido y mujer, y amantes."
Y bueno, aquí empieza otra historia para la Gloria de Dios, con un gran testimonio. Pero esa para otra ocasión.
Hannah.