Mi nacimiento es un milagro

Crecí en un hogar de abundante fe. Soy la respuesta a una oración debido a que mi madre era estéril. Lejos de pedir por su sanidad, ella había hecho la promesa de consagrar sus futuros hijos a Dios. Fue sanada en un culto y concibió a mi hermana mayor y a mí.

Un milagro en mi cuerpo

Desde muy pequeña, tuve que lidiar con una enfermedad en la piel. Negándome a buscar una cura por enésima vez, fue en un culto a la edad de 10 años, cuando fui curada de esa enfermedad en el momento que me levanté después de una oración donde impusieron manos sobre mi cuerpo. Un momento que marcó mi corazón de niña.

Un alma en pena

De niña era muy conflictiva, de carácter difícil y muy celosa. Todo se complicó en la adolescencia. Mi malestar aumentaba hasta el grado de privarme de comer y caí en la anorexia. Tenía como un vacío, la necesidad de encontrar tranquilidad y ser aceptada por los demás, me faltaba confianza en mí misma, lo cual me orilló a dejar a Dios de lado, pensando que no era lo suficientemente buena para Él. Me refugié, por tanto, en todo aquello que pudiera darme un semblante de “bienestar”: los amigos, la música, el cigarro, la droga y las múltiples salidas… estaba preparada para hacer cualquier cosa con tal de sentirme amada, al punto de no respetarme ni siquiera a mí misma. Al exterior, aparentaba ser una joven feliz, pero al interior estaba muerta. Mi corazón estaba dividido y triste, ya que en el fondo sabía que Dios era la verdad, pero era presa de mis adicciones como para comprometerme con Él. Muy a menudo estuve decidida a detener mis tonterías, pero no daba resultado debido a que lo intentaba en mis fuerzas. Para mí, la vida con Dios era solamente una religión y una lista interminable de prohibiciones… más que ser rebelde, sólo quería conservar mi libertad sin importar el precio… con los años, el temor a Dios fue disminuyendo, dando paso al caos. En casa todo se había convertido en causa de conflicto y mi vida estaba en oposición con la fe de mis padres. Lo había decidido, a los 18 años dejaría mi casa para vivir mi vida lejos de Dios y lejos de las reglas. Afortunadamente, Cristo intervino.

El día D

Algunos meses antes de mi mayoría de edad, nuestra iglesia organizó un campamento. Fue ahí donde Dios me preparó para un encuentro con Él. Había asistido a miles de reuniones desde mi infancia, pero fue ahí donde el amor de Dios llegó a mi corazón. Fue como un impacto: tenía derecho “yo también”. Dios me mostró todo el amor que tuvo por mí en la cruz, el horror de mi pecado y fue así como me di cuenta de todo el mal que le había ocasionado y a mi entorno. Llorando sin poder detenerme, grité pidiéndole perdón: “Quise hacer mi vida sin ti, ¡Mira dónde estoy! ¡Estoy perdida sin ti! ¡Sálvame!”. Derramé mi corazón durante horas, hasta el momento en que pude sentir su paz y la convicción de haber sido salva. Todo mi ser fue lleno de Él y fui bautizada por el Espíritu Santo. ¡De una joven desgarrada por la vida, sin ningún futuro, me convertí en hija del Rey, adorándole en lenguas nuevas! ¡He ahí lo que Dios hace en las vidas! ¡Sí, Jesús cambió todo, me libró de todas mis cadenas y me hizo una nueva criatura! Inicié de cero y desde ahí no me ha dejado sola. Ha sido mi amigo, mi refugio, mi confidente y me dio un corazón apasionado por Él. Posteriormente, supe que mis padres habían ayunado y orado toda la semana previa al campamento. Por lo que respecta a mi salvación, era en ese momento o nunca. ¡Lo pedía a gritos!

Apartada

Actualmente estoy casada y soy mamá de cuatro hermosos hijos. Dios se acordó de la oración de mi mamá, porque no sólo nací yo siendo ella era estéril, sino que también al día de hoy sirvo al Señor de tiempo completo, a través del ministerio pastoral junto a mi marido.

Nadie hubiera apostado a mi favor, pero cuando Dios da gracia, lo hace perfectamente.

¡Jesús es maravilloso!

Si mi testimonio te ha tocado, puedes contactarme y con gusto te responderé.

Delphine